San Íñigo vuelve a su pueblo natal
Calatayud se visitó ayer de fiesta para recibir por primera vez en la historia los restos de san Íñigo, hijo de la ciudad y donde profesó como monje benedictino. Después de más de 1.000 años, la arqueta con las reliquias del santo se desplazó desde Oña, localidad donde fue abad de su monasterio, hasta el municipio zaragozano, donde fue recibido por el obispo de Tarazona, Eusebio Hernández Sola, y diversas personalidades civiles.
También un grupo de onienses, con el párroco y la corporación municipal a la cabeza, se desplazaron hasta la localidad para honrar de esta peculiar manera al santo abad en el día de su fiesta. Tras la misa, la urna de plata con las reliquias del santo procesionó por las calles cercanas a la catedral con la participación de numerosos fieles.
San Iñigo tuvo gran fama como taumaturgo en los siglos de la Reconquista y del esplendor de España. Fue canonizado el año 1163 en el sínodo de Tours, por una bula del papa Alejandro III. Fray Juan de Alcocero, uno de sus discípulos, escribió de él que «no vivió para sí solo, sino para nosotros, porque todo el día estaba él para nosotros; el Espíritu Santo otorga su don de justicia a los más benignos, y concede a los suyos tanta equidad y justicia como gracia y piedad; de ahí que nuestro padre Iñigo guardaba rectitud al examinar lo justo y misericordia al decidir la sentencia».