El apoyo espiritual que la tropa necesita
Aunque afirma que es «uno más», su atuendo militar le señala como capitán. A pesar de ello, Pedro José López Suárez es más que un superior del ejército español. En la base militar de Castrillo del Val todos le conocen como «el páter» y saben que su misión va más allá de lo que compete a cualquier mando de las fuerzas armadas. Es uno de los 83 sacerdotes castrenses de España y, desde hace dos años, es el capellán encargado de la atención pastoral de los cerca de 1.600 militares destinados en Burgos y sus familias.
Este sacerdote nació hace 39 años en la Palma del Condado (Huelva) y, desde pequeño, siempre ha tenido una doble vocación: la sacerdotal, que siempre ha estado y considera «fundamental», y la atracción por la vida militar. Por desconocimiento a su edad, se decantó por lo primero –«pudo más el bonete que el tricornio»– y con 14 años entró al Seminario Menor de Huelva. Tras estudiar Teología en el Seminario Mayor de Toledo, ordenarse sacerdote para esta diócesis en 2006 y ser párroco de la localidad pacense de Castilblanco, la idea del servicio militar volvió a rondar su cabeza. Por entonces, el papa Benedicto XVI nombró arzobispo castrense a don Juan del Río, entonces obispo de Asidonia-Jerez y antiguo conocido de Pedro José: «Siempre dice que yo fui su monaguillo», comenta sonriente.
Don Juan del Río le abrió el camino para acceder al presbiterado castrense. Sin embargo, tuvo que esperar aún algunos años, hasta que el obispo de Toledo, don Braulio Rodríguez, le concedió su anhelado permiso. Aprobó las oposiciones y en septiembre de 2015 entró en el Arzobispado Castrense. Su primer destino fue el cuartel general de la Unidad Militar de Emergencia, la parroquia castrense de la Ciudad del Aire de Alcalá de Henares y la prisión militar, también en Alcalá. Hace dos años le destinaron a Burgos: «Aparte de los consejos espirituales, la única recomendación que me hizo don Juan es que me comprara ropa de abrigo. Cuando llegué, pensé que el león no era como lo pintaban, que me habían engañado. Menos mal que este año he visto por fin la nieve… He disfrutado como un niño chico, todos pensaban que estaba loco, pero es que la única nieve que yo conocía era la del congelador», revela con desparpajo.
Es quizás esa alegría y simpatía las que hacen que su presencia en los tres regimientos de la base militar hayan camuflado su rango de «capitán» por lo que es en realidad: «el páter». «Mi principal labor es de presencia. Tengo que acompañar, estar con los soldados, hacer que el personal coja confianza. Ellos te ven como un oficial, como un capitán, y es muy difícil que olviden el “conducto reglamentario” si tú no te acercas y compartes tu día a día con ellos», revela. «Si no te haces cercano, no cogen confianza».
Es en ese trato cercano, «viviendo como un militar, siendo uno más con ellos», donde el páter va haciendo su trabajo pastoral. Un trabajo que defiende como algo propio y que tiene su razón de ser aún en un Estado que se denomina «aconfesional»: «Los militares son unos profesionales, sirven a España y necesitan atención personalizada en todos los ámbitos: en el médico, en el psicológico y también en el espiritual». Para atender debidamente todas sus necesidades, «es necesario estar metido de lleno en el ejército, conocer su estilo de vida, sus dificultades, vivir su propia vida», asegura.
Parecida opinión es la que mantiene el soldado Luis Enrique Camarero, un burgalés de 26 años y encargado de ayudar al páter en todas sus tareas: cuestiones de asesoramiento, papeleo, viajes… incluso de preparar lo necesario para la eucaristía y celebrar la misa con él siendo, en pocas ocasiones, el único feligrés que asiste a la liturgia. Para Camarero, el «Camarlengo», como le llama cariñosamente el mismo páter, la presencia de un sacerdote en el ejército es clave: «Es una pieza fundamental de apoyo emocional. Aquí todos le vemos como uno más, como un amigo, y es bueno que nos ayude en todo lo que necesitemos, también desde el punto de vista espiritual». «Él ayuda a que nadie se hunda», asegura convencido.
El páter Pedro José está disponible las 24 horas para los soldados de la base militar, «tanto para los católicos como para los que lo son, porque cuando vienen con alguna duda o pidiendo consejo de cualquier tipo yo no les pregunto qué fe profesan». En ese día a día, procura despertar en ellos o hacerles redescubrir la fe. El año pasado, preparó a 27 soldados a recibir el sacramento de la confirmación después de años alejados de la Iglesia. También celebra la eucaristía en la capilla de la base militar y prepara a los hijos de los militares para recibir la comunión u otros sacramentos.
Además de su trabajo pastoral, el páter es un oficial del ejército y, como tal, también recibe formación e instrucción. Sus superiores «civiles» también lo pueden mandar con su tropa a la misión, a acompañarles a las maniobras o asistirles en cualquier necesidad.
Sea como fuere, el capitán López Suárez vive contento su vocación. No hay más que verlo. Se mueve como pez en el agua en la base militar, conoce a sus soldados y responde con una sonrisa cuando se cuadran ante él con un «a la orden». Pedro José es, ciertamente, el páter que la tropa necesita.
Jose Patricio Zambrano
29 enero, 2018 en 18:24
Tuve el honor y la satisfaccion de conocerlo en mi Hermandad de la ciudad de Ecija Su caracter abierto, sencillo y cercano, pronto calo entre todos nosotro y se hizo un cura necesario y querido. Aun conservamos su recuerdo y nos continua evangelizando diariamente mediante los wassap diarios que nos envia.
Solo un ruego, cuidadlo y no lo dejeis escapar, estos curas son muy necesarios.
Responder
Francisco Jesús Cabezas Mue
29 enero, 2018 en 18:37
Tienen mucha suerte de tener a esa gran persona a su lado, yo lo conoci como cura pero Civil, antes de ser pater en un pueblo de la Siberia extremeña, me hice muy amigo de el, y me ayudó mucho a mi y a mi mujer, (por aquel entonces mi mujer en diálisis y mi padre con cáncer), me acompaño en lo bueno y en lo malo….nos brindo todo su apoyo, y nos dio una sorpresa muy grande, sin saberlo se trasladó a mi pueblo en Andalucía estando el en esaosos momentos a muchos cientos de km y nos caso, también hizo más tarde lo mismo y dio la misa en el funeral de mi padre. Lo dicho no se puede ser mejor persona y mejor cura. Me considero como un muy buen amigo de el y de su familia…
Responder
Mari Carmen Egea Cabrera
29 enero, 2018 en 19:14
Éste páter es así. Deja huella por donde quiera que va.
En Écija lo echamos mucho de menos.
Responder
Rafaela Maria Calle
30 enero, 2018 en 23:38
Hicimos un grupo de amigos un viaje a Tierra Santa y tuvimos la suerte de que nos acompañara. Fue genial su forma de enseñarnos esos lugares santos, su simpatía y alegría nos unió para siempre. Ahora nos mantiene unidos porwasap. Vale muchísimo. Que tenga suerte.
Responder
José Fenor
25 marzo, 2019 en 09:53
Fue nuestro Párroco, durante apenas un año (Dios sabrá el por qué tan poco tiempo), fue y siempre será un amigo para esta familia. Pido, pedimos al SEÑOR que le ayude, le ilumine y le de ánimo para la lucha cotidiana a donde quiera que le manden.
Desde que marchó de esta Parroquia, nunca nos ha faltado el envío cotidiano del Evangelio del día, vía Wash app; ahora que dejará de hacerlo por motivo de trabajo (sus estudios), le doy, le damos la familia, las gracias por todo lo que ha hecho por nuestra espiritualidad, y le decimos, aunque él lo sabe, que aquí tiene una familia que es su familia en el Señor.
Siempre en nuestro corazón y en nuestras pobres oraciones.
Aquí estamos. Tus amigos Pepe y Loly
Responder