¡Feliz Pascua florida!
En esta mañana de Pascua quiero que os llegue, en primer lugar, mi saludo y felicitación pascual con el deseo de que la alegría, la esperanza y la paz del Señor Resucitado, esté en vuestros corazones, en vuestras familias, en vuestro trabajo y en vuestra vida. Hoy la Iglesia renueva para nosotros el anuncio más hermoso que recibieron los primeros discípulos: ¡Jesús ha resucitado! «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado de entre los muertos. Id a decirlo a sus discípulos». Estas gozosas palabras resuenan una vez más en todo el horizonte cristiano y se ofrecen y proyectan hacia nuestro mundo como anuncio y promesa de esperanza, plenitud y horizonte de sentido. En ellas se condensa el núcleo de nuestra fe cristiana.
Es por eso que la fiesta de la Pascua es el centro de todo el año cristiano. Bien la podemos considerar como la «fiesta de las fiestas». En definitiva, lo que cada domingo celebramos y nos reúne no es otra cosa sino la «pascua semanal». Todo parte de aquí, pero todo el caminar cristiano conduce también aquí. La vida humana no concluye en un sepulcro oscuro, sino que se abre a una vida en plenitud que el Padre nos regala por su Espíritu en el triunfo de Cristo sobre la muerte. Hoy Jesús, el Viviente, se hace presente y sigue regalando y ofreciendo su vida para cuantos creen en Él.
La Iglesia entona hoy con júbilo el Aleluya pascual, el canto por excelencia de gozo y alabanza. Porque celebramos en este día lo más grande que ha acontecido a la humanidad. También nosotros rezamos con el salmo: «Este es el día que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo». Cuando aparentemente todo había acabado, cuando el mal y la injusticia parecían triunfar, cuando la vida de Jesús de Nazaret, el Ungido, parecía acabar en un estrepitoso fracaso…, todo comienza de nuevo, todo renace como si de una primavera cósmica se tratase. Es Dios quien hace nuevas todas las cosas y comienza una nueva creación. En palabras de Romano Guardini, «la vida arrancada, destruida, aniquilada en la cruz ha despertado y vuelve a latir de nuevo». Es la «Pascua florida», porque en ella irrumpe y brota la Vida, con mayúscula, como en una feliz y eterna primavera.
Así lo quieren expresar los textos de las narraciones de las apariciones que en esta octava de Pascua iremos escuchando. Todas acontecen «en el primer día de la semana». Es la nueva creación de la que nosotros formamos parte. Por eso, como dice el Papa Francisco, en una de sus homilías del tiempo pascual, «el latir del Resucitado es lo que se nos ha regalado, y se nos quiere seguir regalando como fuerza transformadora, como fermento de nueva humanidad. Con la Resurrección, Cristo no ha movido solamente la piedra del sepulcro, sino que quiere también hacer saltar todas las barreras que nos encierran en nuestros estériles pesimismos, en nuestros calculados mundos conceptuales que nos alejan de la vida, en nuestras obsesionadas búsquedas de seguridad y en desmedidas ambiciones capaces de jugar con la dignidad ajena».
Todos sabemos que la vida de los apóstoles y de los testigos de la resurrección tuvo un antes y un después de aquel encuentro misterioso y real con el Resucitado. Sus vidas se mudaron, sus miedos se desvanecieron, sus esperanzas se consolidaron, sus certezas se afianzaron, sus proyectos se comunicaron, sus tristezas se alejaron… De aquel encuentro gozoso brota la conversión y el espíritu misionero que ayer y hoy tanto necesitan nuestra Iglesia.
También nosotros podemos anunciar, con obras y palabras, la Resurrección del Señor: «Nosotros, dice asimismo el Papa, anunciamos la resurrección de Cristo cuando su luz ilumina los momentos oscuros de nuestra existencia y podemos compartirla con los otros: cuando sabemos reír con quien ríe, y llorar con quien llora; cuando caminamos junto a quien está triste y está a punto de perder la esperanza; cuando contamos nuestra experiencia de fe a quien está en la búsqueda de sentido y de felicidad».
Esa es la gracia que pido para mí y para todos vosotros: que sepamos descubrir, gozar, vivir y comunicar la alegría de la Vida que se nos regala. Hace ahora un año, con motivo de la Pascua, os ofrecía una Carta Pastoral que titulaba «Para que tengan Vida». Hoy vuelvo a animaros a leerla, pues resumía todo lo que me sugiere esta fiesta de la Pascua. A todos, os reitero de corazón: ¡Feliz Pascua florida!