Nuevos «sembradores de la Palabra»
Anastasse, Eric, José Ángel, Abrahán, Francisco Javier, Gerardo Carlos y Francisco están cada vez más cerca de recibir la ordenación sacerdotal. A través del ministerio del lectorado y el acolitado que han recibido esta tarde de manos del arzobispo, estos seminaristas se comprometen ahora a vivir con más intensidad algunas de las dimensiones propias de los presbíteros, como son la lectura y meditación asidua de la Palabra de Dios y la celebración de la eucaristía.
Siguiendo las lecturas de la liturgia de este domingo, don Fidel Herráez, ha animado a estos jóvenes a «acoger la Palabra de Dios» para después «ser mediadores de la misma, convertiros a su vez en sembradores de esa Palabra». Para el arzobispo, «Dios siempre siembra con generosidad», aunque «no produce fruto automáticamente, requiere una respuesta de amor por parte de cada uno de nosotros». «El Reino de Dios es una propuesta de amor, no de imposición. Dios no nos quiere obligar a responder, sino que se nos ofrece como amor y requiere de nuestra parte una respuesta amorosa y libre».
Solo de este modo, estos seminaristas podrán a su vez «mediadores y sembradores de la Palabra», pero teniendo en cuenta una clara advertencia: «No tengáis la pretensión equivocada y desalentadora de ver frutos, de cosechar. Tú intenta sembrar y anima a que se acoja la Palabra, pero el fruto dependerá de cada persona y de Dios, que es quien da el incremento». «Invierte en amor, porque esa siembra nunca se pierde», ha insistido a los seminaristas.
Al servicio de la Palabra y del altar
La función propia del lector es leer la Palabra de Dios en las asambleas litúrgicas. Proclama las lecturas de la Sagrada Escritura en las distintas celebraciones; en ausencia del diácono, proclama las intenciones de la oración de los fieles y dirige el canto y la participación del pueblo fiel e instruye a los fieles para recibir dignamente los sacramentos.
El del acólito, por su parte (en el que han sido instituidos únicamente Francisco Javier, Gerardo Carlos y Francisco), es un ministerio orientado a cuidar el servicio del altar y asistir al diácono y al sacerdote en las funciones litúrgicas, principalmente en la celebración de la misa. Además, puede distribuir, como ministro extraordinario, la sagrada comunión.