Catequesis, kerigma y mistagogia
El pasado sábado tuvo lugar en la parroquia de San Fernando Rey el último de los cursos de formación para catequistas del arciprestazgo de Gamonal. Tras haber descubierto en otras ocasiones el nuevo Directorio para la Catequesis y si los medios de comunicación pudieran servir como vías de evangelización, en esta ocasión, y bajo el título de «Rasgos de la catequesis: Kerigmática y mistagógica», el delegado de catequesis de Salamanca, José Ángel Ávila, junto a la hermana Julia Blázquez, animaron a descubrir el significado de estos dos conceptos en la misión del catequista.
La catequesis kerigmática, como acción misionera de la Iglesia, está destinada a todas las personas que no conocen a Jesús o a los que aún dentro de la Iglesia necesitan ese primer anuncio. Ha de desplegarse en tres pasos: a través de la presencia y el testimonio, suscitando interés por el evangelio y un tiempo de búsqueda y maduración (pre-catecumenado). Según se explicó, la catequesis kerigmática ha de caracterizarse por un estilo narrativo, afectivo, existencial, destacando el carácter salvífico y no tanto doctrinal, y siempre transmitido a través de la propia experiencia del catequista.
En cuanto a la iniciación mistagógica en la catequesis, se explicó que esta se inspira en el catecumenado e introduce al creyente en la experiencia viva de la comunidad cristiana. Debe ser una experiencia progresiva, dinámica e integrada en la comunidad, valorando los símbolos y los ritos de la liturgia. En sus diferentes fases se puede llegar a descubrir el misterio de Cristo a través de las claves del catecumenado. Todo este proceso de iniciación descubre el carácter litúrgico, ritual y simbólico de los sacramentos destacando el carácter comunitario, ya que no es sólo el catequista, sino la comunidad la que debe estar presente en esa iniciación y conversión.
La segunda parte del encuentro fue totalmente dinámica. De la mano de la hermana Julia, los catequistas descubrieron distintas formas de catequesis, en la que se destacan las características que favorecen la espiritualidad del niño: espacio, proceso, relación, fe y espíritu. Todo para que los niños «aprendan» un idioma nuevo y sepan verbalizar la experiencia que tienen: un nuevo lenguaje de historia de salvación.