Dos nuevos sacerdotes para Burgos y para la iglesia universal
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Esta tarde han sido ordenados presbíteros dos diáconos de la archidiócesis de Burgos por manos del arzobispo don Mario Iceta Gavicagogeascoa. Aarón de Jesús Marchelli Campos y Cristian Tomás Alonzo, pertenecientes al seminario Redemptoris Mater, han recibido el segundo grado del sacramento del orden en una eucaristía celebrada en la catedral, a la que han acudido multitud de familiares y amigos.
«No tengáis miedo», ha dicho el prelado recordando el evangelio del día (Mt 10, 26-33) e invitando a los nuevos sacerdotes a vivir plenamente su vocación, puesto que es la elección que ha hecho Dios sobre ellos, «la misión consiste primero en ser elegido, estáis aquí porque Él os ha elegido». Además, ha expresado que «quien experimenta su amor no puede dejar de hablar de él», por lo que un presbítero debe enamorarse de Dios cada día para poder hacérselo ver a los demás.
El pastor diocesano también ha hablado acerca de la primera lectura del día (Jr 20, 10-13) y ha recalcado la figura del profeta, «en el fondo Jeremías manifiesta la seguridad de que Dios no le abandona», mostrando así su fidelidad y su perseverancia. También ha hablado sobre la humildad que se nombraba al final del salmo 68, diciendo que «ser humilde significa reconocerse necesitado».
El arzobispo ha instado a los nuevos sacerdotes a «vivir cada día más íntimamente unidos a Cristo en la comunión de la Iglesia», para que puedan acoger las cosas exteriores desde la confianza de Dios y que así no puedan penetrar en el corazón, «el secreto es estar unido siempre a Él invocando su misericordia».
Por último don Mario ha reiterado la importancia de la misión que tienen los presbíteros como generadores de vida, «como el padre me ha enviado así os envío yo, para que ofrezcáis la vida». También ha recalcado la fragilidad y la pequeñez en las que se desarrolla el ministerio sacerdotal, pero que a pesar de ello también hay fortaleza y gracia de Dios, «todo lo puedo en aquel que me conforta», ha expresado el prelado citando a San Pedro.
La celebración ha contado con momentos clave, como la imposición de manos sobre las cabezas de los nuevos sacerdotes, el canto de las letanías mientras estaban postrados en el suelo o la unción de las manos con el santo crisma, así como el revestimiento con la casulla o la entrega del cáliz y la patena para la celebración de la eucaristía.